30.11.06

Inés del alma mía

Por Mª José Reina
Me quedo absolutamente anonadada de comprobar que hay quien (como Núria Reichardt, o Eduardo Larequi) que son capaces de leer y comentar cuatro o cinco libros en corto espacio de tiempo. Yo, muy a mi pesar, el mes me da para uno ... cuando me da.


Acabo de acabar Inés del alma mía, de Isabel Allende, una novela histórica sobre la conquista de Chile llevada a cabo por Pedro de Valdivia, a la que le acompañó su pareja, Inés Suárez.
Inés ... tiene muchos de los ingredientes que aderezan otras novelas de Isabel Allende.
En casi todas la protagonista es una mujer valiente y arriesgada, que no se amedranta ante los problemas, pero que no pierde ni uno solo de sus valores femeninos.
Inés Suárez pasa toda la novela deseando ser madre, y, aunque no lo sea biológicamente, sí es, en cierto modo, madre de los conquistadores, o sea, los antepasados de los futuros chilenos.

Al acabar la obra, Isabel Allende nos da en epílogo unos "Apuntes bibliográficos", citas de libros de historia donde se ha documentado para su novela. Nos explica que tuvo que justificarle a su agente literario que ciertos episodios de la historia de Chile eran reales, y no producto de su imaginación.
No creo que Isabel Allende tenga que justificar nada a su agente, creo que es más bien una justificación con su público, pero, ¿por qué? Cuando alguien toma una novela en sus manos, establece un pacto de ficción con el autor y con los personajes. La coherencia de éstos ha de justificarse dentro de la trama, y no fuera. Por muy histórica que sea, una novela es ficción y no historia. Al menos yo siempre lo he tenido claro. Es más, me encantan aquellas novelas históricas en que el personaje principal es totalmente ficticio, y los históricos son los secundarios, el telón de fondo de la ambientación de época.

Aunque la he leído con avidez, no es, bajo mi punto de vista, la mejor obra de la autora. Últimamente me cuesta que un libro me apasione. Cuando acabo su lectura me deja el sabor de boca de la comida congelada (vale, alimenta, pero no es un placer para los sentidos). No me hubiera atrevido a reconocer algo así en público si no llega a ser porque leí hace unos días sensaciones similares a las que me rondaban en el blog de Joselu. Su autor, profesor de lengua y literatura como yo, tiene la valentía de poner por escrito que no todo le vale, después de una vida de lector.

Yo voy más allá y me pregunto ¿no se me da bien elegir mis lecturas, o es que he perdido un tanto de la frescura y la ingenuidad de la juventud, la capacidad que tenía para entusiasmarme hasta con los programas de mano? ¿Me estaré haciendo mayor?